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Vecinos reactivan una de las tradiciones gastronómicas más antiguas de la región.
El insecto se prepara de múltiples formas y solo aparece una vez al año.
Este lunes, la Mixteca poblana despertó con el murmullo de la lluvia y el revoloteo de las primeras chicatanas del año. Fue como si la tierra hubiera guardado el secreto hasta el último minuto. Las comunidades de Chila, Petlalcingo y Tehuitzingo no tardaron en reaccionar: al primer rayo de sol, ya había personas recolectando con paciencia y entusiasmo a estos insectos voladores que, para muchos, son oro comestible.
Aunque la temporada de chicatanas comenzó semanas atrás, las hormigas aladas solo salen cuando la humedad penetra la tierra. Es entonces cuando empieza la fiesta gastronómica. Y es que estas pequeñas criaturas son protagonistas de recetas ancestrales que han pasado de generación en generación.
Una de las preparaciones más comunes consiste en tostarlas: primero se les retiran las alas (con algo de destreza, porque vuelan con rapidez), luego se lavan y se llevan al comal. Algunas personas las sazonan con sal, chile y limón, creando un platillo que mezcla lo crujiente con lo picante, como una especie de “papitas prehispánicas”. Otra receta tradicional es la salsa de chicatana, elaborada en molcajete con chile seco, ajo y un toque de sal. Hay quienes incluso las integran al mole, logrando un guiso profundo y especiado.
El valor nutricional de las chicatanas también sorprende: son ricas en proteínas, lo que las convierte en un alimento sostenible y saludable. Pero más allá de eso, representan una conexión con la tierra, con el pasado y con la comunidad.
Así, cada chicatana recolectada este 27 de mayo no solo es un ingrediente: es parte de un ciclo que celebra la lluvia, la comida y la memoria colectiva.