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Doce clínicas cerradas tras el retiro de 427 millones de dólares.
Pacientes vulnerables, incluidos trabajadores sexuales y personas trans, enfrentan estigma y desamparo.
El cierre de 12 clínicas sin fines de lucro en Sudáfrica ha dejado a 63 mil pacientes sin tratamiento y hasta 220 mil personas con VIH han visto interrumpida su medicación. La medida responde a la reducción de fondos de Estados Unidos, el país que por décadas financió buena parte de la respuesta sanitaria en esta región.
La decisión se originó con la administración de Donald Trump, que anunció la retirada de 427 millones de dólares, provocando un quiebre inmediato en el programa. Las consecuencias se sienten con crudeza en comunidades marginadas. Trabajadoras sexuales y personas transgénero relataron a The Associated Press cómo quedaron sin acceso a fármacos vitales. Algunas acudieron al mercado negro, donde los precios se duplicaron, mientras que otras pasaron meses sin tratamiento tras ser rechazadas en hospitales públicos.
El gobierno sudafricano asegura que no permitirá el colapso del programa nacional contra el VIH, considerado el más grande del mundo. Sin embargo, especialistas advierten que, sin fondos suficientes, podrían registrarse cientos de miles de nuevas infecciones y decenas de miles de muertes adicionales.
El problema no es solo la escasez. Pacientes denuncian discriminación en hospitales públicos, donde se les niega atención sin carta de referencia o se restringe el acceso a tratamientos preventivos como la PrEP. El estigma pesa tanto como la falta de medicinas. “No voy a volver a la clínica, con gente que se burla de mí como si fuera un payaso”, expresó una mujer transgénero que decidió costear su medicación de manera privada.
Aunque Estados Unidos emitió después una exención limitada para ciertos servicios, expertos aseguran que el daño está hecho. Sudáfrica enfrenta un retroceso histórico en la lucha contra el VIH, una batalla que lleva décadas y que ahora corre el riesgo de perder terreno.