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Israel ha dado un giro inesperado en su estrategia dentro de Gaza. El primer ministro Benjamin Netanyahu reconoció públicamente —por primera vez— que su gobierno ha "activado" a clanes palestinos locales para enfrentar a Hamás. Lo reveló en un video publicado en la red social X, asegurando que la medida busca proteger a soldados israelíes.
La admisión encendió las alarmas. ¿Por qué? Porque representa un respaldo tácito a milicias familiares que, aunque enfrentadas con Hamás, también han sido acusadas de saqueos y ataques a la ayuda humanitaria. Uno de estos grupos es el liderado por Yasser Abu Shabab, jefe de un poderoso clan en Rafah, al sur de Gaza.
Según funcionarios israelíes, las llamadas Fuerzas Populares de Abu Shabab han colaborado con el ejército en la protección de centros de distribución de alimentos gestionados por la Fundación Humanitaria de Gaza. No obstante, trabajadores humanitarios y residentes acusan a este grupo de haber robado insumos básicos y desviado ayuda.
En medio de la confusión, la propia familia Abu Shabab se deslindó de Yasser, declarando que “ya no forma parte del clan”. A pesar de ello, sus combatientes —vistos con armas automáticas y equipo táctico— operan en zonas controladas por Israel, según observadores como Nahed Sheheiber, líder del sindicato de transporte en Gaza.
La situación es delicada. Jonathan Whittall, alto funcionario de la ONU, denunció que grupos criminales actúan con la tolerancia del ejército israelí, saqueando convoyes cerca de Kerem Shalom, principal cruce fronterizo de ayuda.
En este escenario complejo, la población civil sigue pagando el precio más alto. Desde que Hamás atacó el sur de Israel el 7 de octubre de 2023, dejando 1,200 muertos y más de 250 rehenes, la respuesta israelí ha generado una devastadora crisis humanitaria. Ya suman más de 54,000 palestinos fallecidos, muchos de ellos mujeres y niños, según el Ministerio de Salud de Gaza.