¡Síguenos!
TwittearVisitas: 244
Están estrechamente entrelazados en una nueva realidad donde las redes sociales funcionan como el nuevo foro público.Allí, el derecho a informar y ser informado se mide en clics… pero también en restricciones.
La libertad de prensa sigue siendo un derecho fundamental. Es la base que permite a los medios comunicar sin filtros impuestos por intereses políticos o económicos. Es un pilar. Una condición vital en cualquier democracia. Acceder a la información, cuestionar al poder, denunciar lo indebido: todo eso vive en la libertad de prensa.
Y hoy, ese derecho también habita el espacio digital.
Plataformas como Facebook no son simples redes sociales. Se han convertido en canales de comunicación masiva, donde ciudadanos y medios difunden ideas, comparten verdades y construyen debates.
Pero el poder de amplificar también es el poder de silenciar.
Facebook, por su tamaño y alcance, es hoy escenario de la libertad de expresión... y de sus límites.Las políticas de moderación que aplica, aunque justificadas en sus reglas internas, pueden cortar el flujo de información.
Bloqueos. Eliminación de contenidos. Silencios impuestos por algoritmos. Todo ello abre una discusión profunda:
¿Dónde termina la prevención del daño y comienza la censura?
En Alemania, un tribunal ya marcó una pauta: Facebook puede tener reglas, sí, pero debe dar la cara. Notificar al usuario, explicar la razón de su decisión y ofrecer la posibilidad de apelar. Es un mínimo democrático.
Y es urgente que se adopte globalmente.
En México, la Constitución protege la libertad de expresión y prohíbe la censura previa. Aun así, muchos sienten que sus voces son silenciadas cuando sus contenidos desaparecen sin mayor explicación.
Aquí entra un punto clave: no toda eliminación de contenido es censura.
Facebook tiene la responsabilidad de evitar la desinformación, el odio o la incitación a la violencia.
Pero ese poder debe ejercerse con mesura y transparencia.
En un país como México, donde los periodistas enfrentan riesgos reales, el entorno digital es refugio y trinchera. Por eso, que una empresa privada pueda limitar el alcance de un medio o un usuario, sin ofrecer claridad ni apelación efectiva, no es un asunto menor.
Porque si la prensa no puede hablar —ni en papel, ni en pantalla—, lo que está en juego no es sólo una cuenta de Facebook: es la salud misma de nuestra democracia.
Porque el desafío no es menor: cómo equilibrar la libertad de expresión con la protección contra discursos de odio y desinformación. No es una respuesta simple. No hay una fórmula cerrada. Pero sí hay algo claro: la transparencia y los mecanismos de apelación deben ser obligatorios.
La libertad de expresión digital no puede depender solo de lo que un algoritmo permita o no.
La libertad de prensa y Facebook no son temas aislados.