¡Síguenos!
TwittearVisitas: 241
La noche del sábado en París prometía ser épica, y lo fue... aunque no del modo esperado. El Paris Saint-Germain alzó la tan anhelada copa de la Champions League, y la ciudad estalló en júbilo. Pero la emoción se salió de control y, con ella, vino una ola de disturbios que alteró gravemente la seguridad pública.
Desde el primer silbatazo, la Torre Eiffel relucía con los colores del club. La Avenida de los Campos Elíseos se llenó como nunca. Según la Prefectura de Policía de París, una multitud “masiva” ocupó el lugar y desde temprano comenzaron los enfrentamientos con encapuchados que, más que ver fútbol, parecían buscar pelea.
Lo preocupante llegó rápido: antes del pitido final ya había enfrentamientos, uso de cañones de agua y vallas de seguridad desbordadas en el Arco del Triunfo. Al finalizar el partido, el caos escaló. Fuegos artificiales y proyectiles volaron hacia los agentes, que respondieron con gases lacrimógenos. La cifra de detenidos alcanzó los 131.
“Esto no tiene nada que ver con el fútbol. Es violencia gratuita”, señaló el ministro del Interior Bruno Retailleau, quien lamentó que la celebración se viera opacada por “grupos bárbaros”.
El Parque de los Príncipes tampoco se salvó. En la zona de la Puerta de Saint Cloud, dos coches fueron incendiados, autobuses zarandeados y una autopista fue brevemente invadida por aficionados con bengalas. Afortunadamente, los bomberos actuaron con rapidez.
No obstante, no toda París ardió en tensión. En puntos como la Plaza de la República o la Bastilla, miles celebraron con alegría, cantos y sin violencia. La policía destacó que, fuera de los focos de disturbios, el ambiente fue festivo y pacífico.
Pero el saldo es claro: una fiesta desbordada, una ciudad herida y una celebración que dejó más que solo goles en la memoria colectiva.