Ciudad de México, 3 de junio de 2025. — Carlos Slim, el hombre más rico de México, está dando un giro inesperado en su carrera. A sus 85 años, y tras construir un imperio en las telecomunicaciones, ahora se convierte en el socio privado más importante de Petróleos Mexicanos (Pemex). Y no lo ha hecho con ruido, sino con decisiones calculadas, inversión constante y una fe poco común en un sector que muchos ya daban por perdido.

Todo comenzó con una participación en Talos Energy, que más tarde traspasó a su filial mexicana. En 2023, desembolsó 530 millones de dólares por dos yacimientos y luego lanzó un ambicioso plan de 1,200 millones más para explotar Lakach, un yacimiento de gas en el Golfo de México. Con estas acciones, el empresario ha invertido más de 2 mil millones de dólares en el sector energético, convirtiéndose en el salvavidas más visible (y sólido) de una empresa en crisis.

Pemex, con una deuda que ronda los 100 mil millones de dólares, vive uno de sus momentos más oscuros: producción en caída libre, accidentes, desinversión extranjera y un entorno regulatorio que ahuyenta. Pero ahí está Slim, desafiando la corriente.

“Es un monopolista puro”, afirma John Padilla, de IPD Latin America. “Juega en una liga distinta porque tiene unos bolsillos profundos a los que puede recurrir”.

La presidenta Claudia Sheinbaum, con quien mantiene comunicación frecuente, parece confiar en esta visión. Sus reformas energéticas buscan atraer capital privado, pero la realidad es que Slim ya iba varios pasos adelante.